15.11.06

"LA LUCHA CONTRA LA PENA DE MUERTE"

Entre los que trabajan contra la pena de muerte se encuentran algunas de las personas a las que esta pena supuestamente ayuda: víctimas de crímenes y familiares de víctimas de crímenes. Al hacerse cada vez más evidente que la pena de muerte no tiene un efecto disuasorio superior al de otras formas de castigo, los que propugnan su uso han empezado a afirmar que es necesaria para ayudar al proceso de recuperación de las familias de las víctimas. Es cierto que algunos familiares de víctimas de asesinato encuentran consuelo en este tipo de castigo. Pero muchos otros no. Algunos familiares han afirmado que la ejecución del asesino les hace más difícil aceptar la pérdida de su ser querido. "Antes, mis puntos de vista sobre la pena de muerte y las ejecuciones eran exactamente los mismos que los de cualquier filipino... [los criminales] merecen morir. Pero todas mis ideas sobre las ejecuciones cambiaron cuando me dieron la oportunidad de asistir como observadora a un foro auspiciado por la rama filipina de Journey of Hope". (Estudiante del centro de estudios superiores, de Siena, Filipinas).
En
Estados Unidos, por ejemplo, un número reducido pero creciente de familiares de víctimas de asesinato se están manifestando en contra de la pena de muerte, diciendo que no ofrece ninguna solución a sus tragedias personales. En 1998, una delegación del grupo estadounidense Journey of Hope... From Violence to Healing (El camino de la esperanza: De la violencia a la curación) viajó a Filipinas con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública respecto a los argumentos contra la pena de muerte en un momento en que el gobierno filipino estaba considerando poner fin a la suspensión de las ejecuciones. El viaje lo organizó una coalición de organizaciones no gubernamentales, entre ellas el Grupo de Asistencia Letrada Gratuita y la Sección Filipina de Amnistía Internacional. La delegación visitó a presos condenados a muerte y a sus familias, concedió numerosas entrevistas a los medios de comunicación, tomó parte en debates radiofónicos y televisivos en directo, se entrevistó con autoridades religiosas y de otra índole y mantuvo acalorados debates con grupos anticrimen que abogan por la pena de muerte. Muchas personas que antes estaban a favor de la pena de muerte afirmaron que habían cambiado de idea después de entrar en contacto con la delegación. Por desgracia, al final del año el gobierno anunció que a principios de 1999 se reanudarían las ejecuciones en Filipinas. Había más de ochocientas personas condenadas a muerte en el país. Una delegación del grupo estadounidense Journey of Hope... From Violence to Healing, que visitó Filipinas en 1998 para hacer campaña contra una propuesta de reanudación de las ejecuciones en el país, consuela a la madre de Leo Echegaray, que estaba condenado a muerte.
Los innumerables defensores de los derechos humanos y otro tipo de activistas también hacen campaña contra la pena capital promoviendo los argumentos en contra de este castigo y apelando en favor de personas condenadas a muerte o que se encuentran en peligro de ejecución inminente, pidiendo el indulto, la conmutación o un nuevo juicio. Todos los años esas apelaciones consiguen que se elimine alguna amenaza de ejecución. Sakae Menda, absuelto en 1983 tras pasar 34 años condenado a muerte en Japón. Desde su absolución ha hecho campaña contra la pena de muerte.
Asahi Shimbun, por ejemplo, se supo que en la India en 1998 las condenas de muerte impuestas a Gantela Vijayavardhana Rao y Satuluri Chalapathi Rao habían sido conmutadas por otras de cadena perpetua por el presidente indio. Amnistía Internacional se había unido a las organizaciones no gubernamentales nacionales en sus llamamientos en favor de los dos hombres desde que fueron condenados a muerte en septiembre de 1995 por un asesinato cometido en 1993. En Pakistán, a Roop Lal, que había estado veinticinco años recluido en régimen de aislamiento en una celda de la Prisión Central de Sahiwal, le conmutaron su condena de muerte por otra de cadena perpetua. En Bielorrusia la Corte Suprema falló a favor de la apelación de F. Verega y conmutó la sentencia de muerte que le habían impuesto por asesinato en junio de 1997 por otra de quince años de prisión. Se recibieron informes según los cuales en los Emiratos Árabes Unidos el Tribunal Supremo de Dubai había devuelto los casos de Rabi' Ghassan Taraf y Ryan Dominic Mahoney al tribunal de apelaciones para que celebrase un nuevo juicio. Los dos hombres habían sido declarados culpables de cargos relacionados con las drogas y condenados a muerte en noviembre de 1997. Los esfuerzos de los activistas no sólo han salvado vidas, también han contribuido a suscitar en muchos países un clima moral y político que ha tenido como resultado la abolición permanente de la pena de muerte

Charlie y Charles Williams protestan contra la pena de muerte en Houston, Estados Unidos, en 1998:

Un análisis más pormenorizado del caso indica, no obstante, que la «conclusión apropiada», la ejecución, fue en sí misma un brutal asesinato. Dwayne Wright creció en un ambiente de extrema pobreza en un barrio marginal de Washington d.c. Desde el mismo día de su nacimiento estuvo rodeado de violencia: delitos relacionados con las drogas, disparos, asesinatos. Cuando tenía cuatro años su padre fue encarcelado y él se quedó solo con su madre, que padecía una enfermedad mental y solía estar sin trabajo. Cuando tenía 10 años, su hermanastro, al que adoraba, fue asesinado. Después de eso, Dwayne empezó a sufrir problemas emocionales graves. Iba mal en la escuela. Lo ingresaron en centros de detención para menores y en un hospital, donde recibió tratamiento para una «depresión grave con episodios psicóticos». Valoraron su capacidad mental como «en el límite de la deficiencia» y su capacidad de expresión oral como «retrasada». Los médicos hallaron indicios de daño cerebral orgánico. Un mes después de cumplir los 17 años, inició una oleada de delitos violentos que duró dos días y culminó en el asesinato de Saba Tekle. Lo detuvieron al día siguiente y confesó de inmediato. La sociedad le había fallado a lo largo de su corta vida. Y esa misma sociedad lo condenó a muerte. La «conclusión apropiada» de su crimen exigida por el Estado tuvo lugar en Virginia el 14 de octubre de 1998. En general, cuando alguien va a ser ejecutado mediante inyección letal en Estados Unidos sabe que se acerca su momento final cuando los guardianes abren la celda en la que el condenado pasa la noche antes de ser ejecutado. Se desnuda al preso. Se le coloca en el pecho un mecanismo de control del corazón diseñado por los médicos para salvar vidas, no para destruirlas. Luego se le entrega una ropa especial que debe ponerse antes de ser conducido a la cámara de ejecución, rodeado de funcionarios y no de sus familiares o amigos, que deben permanecer bajo vigilancia en una habitación aparte. Lo atan a una camilla por el pecho, las piernas y los brazos, para que no pueda moverse. Un profesional de la salud oculto tras una pantalla verifica que el equipo de control del corazón funciona debidamente. Se insertan una o dos vías en una vena. Normalmente, unos minutos antes de que el veneno fluya, todo el mundo abandona la cámara y el preso se queda solo. Un periodista relató lo que él y los familiares del condenado vieron desde la sala contigua cuando Dwayne Wright fue ejecutado. La sonda intravenosa se movió un poco, indicando que la primera jeringuilla había sido activada y había inyectado un producto químico que provoca la inconsciencia. Un segundo movimiento del conducto indicó que había entrado un compuesto químico destinado a interrumpir la respiración. «El pecho y el estómago subieron y bajaron violentamente una y otra vez. Después cesaron las sacudidas. Por el conducto intravenoso cayó la dosis final que completaría el preparado mortal, un compuesto químico destinado a detener el corazón.» Unos minutos después un médico certificó la muerte de Dwayne. Es difícil comprender de qué forma pudo ayudar esta «conclusión apropiada» a curar la desolación de la familia de Saba Tekle. Lo que es indudable es que un verdadero interes por sus familiares debería haberse concentrado en proporcionar apoyo material y moral para ayudarles a sobrellevar su trágica pérdida. La historia de Saba Tekle y Dwayne Wright muestra que matar es siempre un acto abominable. El asesinato de Saba fue brutal, aterrador y destructivo para su familia. El asesinato de Dwayne a manos del Estado fue brutal, aterrador y destructivo para la suya. Los dos tipos de homicidio tienen un efecto embrutecedor sobre la sociedad. Los dos son condenables.

  • La pena de muerte no resuelve el problema del crimen.

Algunos gobiernos argumentan que la pena de muerte es necesaria en sociedades atemorizadas por los delitos violentos. La pena máxima es necesaria, dicen, para disuadir a otros de cometer crímenes similares, y para dar respuesta a los sentimientos de las víctimas del crimen y de sus familiares imponiendo un castigo proporcional al delito cometido. Esos gobiernos están simplemente eludiendo sus responsabilidades. Deben concentrarse en erradicar el crimen mejorando el trabajo de los agentes de la ley y abordando sus causas. La rápida «solución» definitiva de la pena de muerte no contribuye más que otros castigos a disuadir de cometer crímenes. En cambio, contribuye a incrementar el clima de violencia. Los gobiernos podrían ofrecer a las víctimas del crimen y a sus familias apoyo económico y de otro tipo para que puedan rehacer sus vidas destrozadas. En lugar de ello, algunos ceden a la presión popular y se centran en el castigo, creando un clima de venganza y brutalidad. Los gobiernos podrían introducir reformas para erradicar la pobreza,la marginación y la desesperación. En lugar de ello algunos se apoyan en sistemas judiciales plagados de deficiencias para remediar las consecuencias de la desesperación de la única forma que pueden hacerlo: imponiendo castigos durísimos. La reciente experiencia de Kenia ha demostrado que la pena de muerte no contribuye a disuadir de cometer crímenes y que puede usarse para ocultar la renuencia del gobierno a atajar la corrupción y la pobreza. El parlamentario Kiraitu Murungi afirmó en 1994, durante un debate sobre la pena de muerte: «Tenemos más robos con violencia en los años noventa que en 1975, cuando introdujimos la pena de muerte para este tipo de delito. Si la pena de muerte ha tenido algún efecto, ha sido en todo caso el de incrementar el número de robos violentos». En 1998 el número de personas condenadas a muerte por diversos delitos por el sistema judicial keniano, tristemente famoso por su corrupción generalizada, superaba las 1.400. En Kenia muchas personas, entre ellas Peter Kimanthi, portavoz de la policía, han admitido que la pobreza propician el crimen. Y sin embargo, en lugar de atajar los problemas existentes en la policía y en el sistema judicial o de abordar las carencias sociales, las autoridades kenianas siguen confiando en las condenas de muerte obligatorias para castigar los delitos graves, incluido el robo, impuestas en muchos casos tras juicios claramente injustos. "Todas las personas deben tener derecho a la vida. Si no es asi, el asesino adquiere involuntariamente una definitiva y perversa victoria moral al convertir al Estado también en asesino, reduciendo de esa manera el aborrecimiento de la sociedad hacia la extinción deliberada de otros seres humanos".Juez Sachs, Tribunal Constitucional Sudafricano, 1.995.La sociedad no debe tolerar el homicidio premeditado de personas indefensas, independientemente de lo que estas personas hayan hecho. Si lo tolera nos condenan a todos a vivir en un mundo en el que la brutalidad está oficialmente permitida, en el que los asesinos determinan el tono moral y en el que las autoridades tienen permiso para fusilar, ahorcar, envenenar o electrocutar a mujeres y hombres a sangre fria.

8.11.06

Algunos casos en el mundo......

JULIO MORA
Ciudadano español de 74 años de edad, se encuentra en el corredor de la muerte del penal de Raiford. Fue detenido como presunto autor de doble homicidio y homicidio frustradado cometidos el 27 de mayo de 1994 durante la vista de una demanda judicial en Fort Lauderdale, Florida.


JOAQUÍN JOSÉ MARTÍNEZ PÉREZ
A la espera de la revisión de su juicio por asesinato capital con robo y allanamiento de morada, sea por la vía del error perjudicial en el juicio o por la insuficiencia de pruebas, se encuentra atrapado en la mortal y enmarañada tela de araña de la pena de muerte del Estado de Florida que, después de Texas (211) y Virginia (76) representa el tercer Estado de la Nación por ratio de ejecuciones (46).
J. J. Martínez ha recibido la pena del torpe . Sus derechos fundamentales que no han quedado ciegos en su juicio le han sido dejado bizcos. Si hubiera sido un ciudadano americano y hubiese cometido un asesinato capital en España contra un compatriota, el vigente Tratado de Extradición entre España y los EEUU le hubiese impedido la imposición de la pena de muerte e incluso la de prisión perpetua.

NABIL MANAKLI
ciudadano español de origen sirio, fue detenido el 18 de agosto de 1997, acusado de planear actos de sabotaje y asesinatos por un atentado con bomba ocurrido en Adén en julio de ese año. Fue inculpado junto con 27 personas más, algunas de las cuales, incluido él, fueron torturadas, según informes, para obligarlas a confesar. Desde que el 20 de noviembre de 1999 un tribunal de Adén ratificara la condena a muerte impuesta al español Nabil Manakli (también conocido como Nanakli), no se ha producido ninguna noticia respecto a su caso.


PABLO IBAR
El 24 de junio de 1994 fue el día que cambió su vida. Residente en EEUU pero con nacionalidad española, se le acusó de un triple asesinato, el propietario de un club nocturno y dos modelos. Ibar se parecía a uno de los asesinos que grabó una televisión. Está en el corredor de la muerte esperando un nuevo juicio.

TIMOTHY MCVEIGH
Su historia tiene punto final. Se puede añadir a la lista de las penas de muerte ejecutadas en EEUU. McVeigh fue acusado del atentado que costó la vida 168 personas. Murió el 11 de junio de 2001 por inyección letal.


FRANCISCO LARRAÑAGA
Español de 26 años que vive en Filipinas. En 2004 fue condenado a pena de muerte. Amnistía Internacional pide desarrollar todas las acciones para proteger sus derechos y que se le conmute la condena a muerte.


MIRZATAHIR HUSSAIN
De 36 años y con condena a muerte pendiente desde hace 18, es acusado del homicidio de un taxista, que él no niega, aunque asegura haberlo cometido sin intención de matar.



EDWUARD CAPETILLO Fue condenado a muerte en 1996 por el asesinato de Kimberly Williamson, una mujer blanca de 20 años de edad, cometido en 1995. Edward Capetillo tenía 17 años en el momento del asesinato. Un principio fundamental del derecho internacional prohibe el uso de la pena de muerte contra menores, es decir, contra personas que fueran menores de 18 años en el momento del delito.

Métodos de Penas de Muerte

Hoy en día se usan principalmente los siete métodos. La horca y el fusilamiento son los más extendidos. El ahorcamiento aparece en los ordenamientos jurídicos de 78 países y el fusilamiento en los de 86. Cuando se prevén ambos métodos, el fusilamiento se reserva con frecuencia a los delitos en tiempos de guerra o para condenas a muerte dictadas por tribunales militares. Estas cifras incluye los países en que la pena de muerte sigue vigente, pero ya no se aplica.

AHORCAMIENTO: El preso es colgado de una cuerda atada alrededor del cuello y muere debido a la fuerza que, por la gravedad, ejerce el peso del cuerpo. La inconsciencia y la muerte son causadas por lesiones en la médula espinal o, si esto no es suficiente, por estrangulamiento, debido a la constricción de la tráquea.

FUSILAMIENTO: La ejecución la lleva a cabo un único sujeto o un pelotón. El preso muere por una o varias de las siguientes causas: lesiones de órganos vitales, como el corazón, lesiones del sistema nervioso central o hemorragias. Aunque en un disparo a corta distancia en la nuca debería producir la inconsciencia inmediata, el procedimiento puede durar más tiempo en los fusilamientos por un pelotón, en los que los soldados tiran desde una mayor distancia -y por lo tanto con menor precisión- y pueden haber recibido la orden de apuntar al tronco, más fácil de alcanzar que la cabeza. Aunque algunos presos pueden permanecer conscientes después de los primeros disparos incluso en las ejecuciones normales por un pelotón, algunas ejecuciones han sido concebidas para prolongar el sufrimiento.

ELECTROCUCIÓN: La electrocución surgió en los Estados Unidos en 1888, alegándose que sería más humana que la horca. El procedimiento es el siguiente: después de amarrar al preso a una silla construida para este fin, los ejecutores sujetan electrodos de cobre húmedos a la cabeza y a una pierna del condenado, las cuales han sido rasuradas para asegurar un buen contacto entre los electrodos y la piel. Se aplican fuertes descargas de corriente eléctrica durante breves periodos. La muerte se produce por paro cardíaco y parálisis respiratoria. La electrocución produce efectos destructivos visibles, al quemar órganos internos del cuerpo; el condenado a menudo salta hacia delante, tirando de las correas que le sujetan, cuando aplican la corriente; y puede defecar, orinar o vomitar sangre. Los testigos presenciales siempre dicen que hay un olor a carne quemada.

INYECCIÓN LETAL: Este método de ejecución consiste en inyectar por vía intravenosa y de manera continua una cantidad letal de un barbitúrico de acción rápida en combinación con un producto químico paralizante. El procedimiento es similar al utilizado en un hospital para administrar una anestesia general, pero los productos son inyectados en cantidades letales. En Texas, uno de los 19 estados de los Estados Unidos en donde la ejecución se realiza por inyección letal, se usan tres substancias conjuntamente: tiopentato sódico, bromuro de pancuronio y cloruro potásico. El tiopentanto sódico es un barbitúrico que hace perder el conocimiento al preso, la segunda es un relajante muscular que paraliza el diafragma, impidiendo así la respiración, y la tercera provoca un paro cardíaco.Cualquier resistencia por parte del reo puede originar que el veneno entre en un músculo o una arteria, lo que causaría dolor. Encontrar una vena adecuada para insertar la aguja no es tan sencilla y en ocasiones requiere una pequeña intervención quirúrgica. En un caso que tuvo lugar en Texas en 1985 fueron necesarios más de 23 intentos antes de que se lograra insertar la aguja en un punto adecuado y el proceso duró 40 minutos.

EJECUCIÓN POR GAS: El condenado es amarrado a una silla dentro de una cámara hermética; se le ata al pecho un estetoscopio conectado a unos auriculares en la vecina sala de testigos para que un médico pueda controlar el desarrollo de la ejecución. Se libera gas cianuro en la cámara, envenenando al preso cuando éste respira. La muerte se produce por la asfixia debida a la inhibición por el cianuro de los enzimas respiratorio que transfieren el oxígeno desde la sangre a las demás células del organismo. Aunque puede producirse la inconsciencia rápidamente, el procedimiento tarda más si el preso intenta prolongar su vida, reteniendo la respiración o respirando lentamente. Como en otros métodos de ejecución, los órganos vitales pueden seguir funcionando durante algún tiempo, esté o no inconsciente el condenado.

DECAPITACIÓN: Según el método utilizado en Arabia Saudita y en Qatar, y previsto en la legislación de la República Árabe del Yemen y de los Emiratos Árabes Unidos, se separa la cabeza del tronco mediante un golpe de sable. Aunque la intención es que el filo aguzado del arma corte rápidamente la médula espinal y provoque la inconsciencia por el trauma, pueden ser necesarios varios golpes, ya que el sable es un arma relativamente ligera y la duración de la ejecución depende de la fuerza y de la destreza del verdugo.

LAPIDACIÓN: La ejecución por lapidación suele llevarse a cabo estando el reo enterrado hasta el cuello o atado de algún modo. La muerte puede ser causada por lesiones en el cerebro, asfixia o una combinación de lesiones. Como una persona puede soportar golpes fuertes sin perder el conocimiento, la lapidación puede producir una muerte lenta. La pena de muerte supone que el Estado lleve a cabo exactamente el mismo acto que la ley sanciona más severamente. Prácticamente todo ordenamiento jurídico señala la sanción más severa para el homicidio deliberado y premeditado; pero no hay forma más premeditada ni a sangre fría de dar muerte a un ser humano que mediante una ejecución; y así como no es posible crear un sistema de imposición de la pena de muerte libre de arbitrariedades, discriminaciones o errores, tampoco es posible encontrar una manera de ejecutar a una persona que no sea cruel, inhumana o degradante.

¿A favor o en contra?


La pena capital o pena de muerte es la ejecución de un prisionero como castigo por un crimen o delito. La expresión proviene del indoeuropeo caput, "cabeza", a través del latín capitalis. Así, etimológicamente, la pena capital es el castigo impuesto a un crimen tan grave que merece la decapitación.

Según el informe anual de ejecuciones judiciales de
Amnistía Internacional, en el año 2003 fueron ejecutadas al menos 1146 personas en 28 países. El 84% de las muertes documentadas ocurrieron en cuatro países: la República Popular China llevó a cabo 726 ejecuciones, Irán mató a 108 personas, Estados Unidos a 65 y Vietnam a 64.

Los defensores de la pena de muerte alegan en su favor un carácter ejemplarizante que, según su interpretación, no se alcanza con las penas privativas de libertad. "El 27 de mayo de 1997 hieren a mi hijo, el 2 de junio, 6 días después, muere a raíz de estas heridas". Esta es la declaración de Elvia González, una mujer mexicana a quien se le arrebató la vida de su hijo. Ella está abiertamente a favor de la pena capital y esta es su opinión : "Siento que es legítimo que yo pida justicia: no estoy pidiendo venganza, estoy pidiendo justicia y siento que los castigos deben de ser al nivel de los delitos, que no tengo por qué respetar la vida de quien no respetó la vida de mi hijo. Por supuesto que es legítimo, si el crimen y el castigo no van juntos no se cierra un ciclo". ¿Qué cosa es lo que sucede con las víctimas? Las víctimas, mientras el asesino viva, estamos con el alma en un hilo porque puede regresar, porque si nos atrevemos a demandarlo, que por desgracia no he encontrado a quien mató a mi hijo, va a salir o por errores de la demanda que se le haga lo sueltan, o si compra su libertad lo sueltan, o si es muy inteligente el defensor lo sueltan y entonces yo sufro una especie de encarcelamiento junto con el asesino. Además, yo les pregunto: ¿les parece justo que con mis impuestos yo mantenga al asesino de mi hijo? Y este hombre va a seguir matando. Soy psicóloga y sé que hay seres -por eso estoy en pro de la pena de muerte desde siempre-, que hay seres irredimibles, irrescatables. Ahora, tienen absolutamente toda la razón al decir que estamos en un sistema corrupto y mal, no es excluyente, implantar la pena de muerte va a ser un paso, de aquí a que la apliquen va a ser otro y podemos ir depurando las cosas, podemos hacer todo. Solicito que pongan a trabajar a los reos, o sea: se pueden hacer muchas cosas y también la pena de muerte. Es muy probable que con mi hijo lo hubieran pensado dos veces si supieran que ellos iban a ser matados igual y nada más lo asaltan, lo golpean, no lo sé, pero matan y saben que no pasa nada". LOS QUE SE OPONEN a la aplicación de la pena de muerte aducen todo lo contrario, y añaden como argumento la posibilidad de error judicial, que siempre sería imposible de remediar, así como la indefensión de aquellos reos que, al no tener recursos económicos, tampoco podrían pagar una defensa eficaz en el juicio. Son sobre todo las consideraciones de orden ético y hasta religioso las que más pesan a la hora de abogar por la abolición de esta pena, al considerar el derecho a la vida como algo incuestionable.
El vicepresidente de la Cámara de Diputados rusa, Vladímir Lukin, ha declarado que numerosos estudios rusos e internacionales han demostrado que el ejercicio de la pena de muerte no reduce el índice de criminalidad. El Papa Juan Pablo II ya ha manifestado claramente su postura en contra de la pena de muerte y ha pedido a los Estados Unidos que ponga fin a la "innecesaria crueldad de la pena capital". "Un signo de esperanza es el creciente reconocimiento de que la dignidad de la vida humana nunca debe ser irrespetada, ni siquiera en el caso de alguien que haya cometido un acto perverso", declaró en uno de sus mítines.

Los argumentos que se mantienen a favor de la pena de muerte tienen todos ellos una respuesta clara.

"Ojo por ojo y diente por diente" es uno de los argumentos clásicos de los defensores. Proviene de la propia religión. Se piensa que la autoridad debe ser drástica. Pero eso no hace que los familiares de la víctima recobren la persona asesinada. Al contrario, vivir con el odio puede multiplicar ese dolor. La muerte del otro no restituye el mal. En contra, está el posible error judicial (desde 1900 se sabe que en EE.UU. al menos 350 personas condenadas eran inocentes. Hay informes que dicen que uno de cada siete condenados resultaron ser inocentes. Y aunque no sean inocentes, cabe la rehabilitación del condenado. La naturaleza humana es dúctil. Ya sé que es más fácil destruir que construir, y no es fácil que una persona violenta cambie pero es posible.
Otro argumento clásico a favor es el disuasorio: la pena de muerte disuade a otros asesinos de cometer crímenes. Pero está claro que tampoco es cierto. En aquellos estados de EE.UU. donde hay pena de muerte no hay menos crímenes que en los estados donde no existe. Y es que, en la mayoría de los casos, los crímenes no son premeditados sino que son el resultado de un robo u otra acción delictiva que sale mal y acaba en asesinato. La pena de muerte no va a evitar estas muertes.
Y un tercer argumento es el de aquellos que dicen que la justicia es imperfecta: si van a la cárcel salen en cuatro días y vuelven a delinquir. Pues bien, si el sistema de justicia no es el más correcto, como así parece por la valoración que la gente hace de la Justicia, y si el sistema carcelario no es el ideal, cámbiense ambos sistemas. Las estadísticas de los condenados a muerte nos dicen que precisamente lo que no es justo es a quién se aplica: en EE.UU. la pena de muerte va unida al Racismo y al clasismo: si no eres blanco y eres pobre tienes muchas más posibilidades de ser condenado. Y por otra parte, y esa me parece la contradicción mayor: que alguien haya acabado con la vida de otra persona se quiere solucionar quitándole a su vez su vida. Es como si a un adolescente le dices que no debe fumar mientras tú tienes el cigarrillo en la boca. En definitiva, el Estado se cree en el derecho de acabar con la vida de individuos que tienen disfunciones graves en su conducta, lo cual responde a cuestiones estrictamente personales en las que el Estado no tiene ninguna responsabilidad.